Una mujer duerme con la cabeza de un lobo sobre la espalda. ¿Son el lobo y la mujer una sola presencia o el depredador está descansando sobre su presa? Me gustaría pensar que es la mujer la que, como Judith, encontró la calma después de decapitar al general asirio que amenazaba con destruir una ciudad entera.

Pocas personas son capaces de fulminar las amenazas con inteligencia.

Manchas oscuras de tóner diluido con alcohol, manchas de tinta grasa estampadas con la fuerza de una prensa, delicadas aguadas colocadas con un pincel redondo de cerdas finas obligan al ojo de quien mira a reparar en cada uno de los grises que surgen de una mano sensible. La mano ejercitada, la que acierta, es la mano de la artista Gels Caletrío. Las presencias, oscuras y amenazantes, flotan en la superficie de los papeles de esta Metamorfosis que la autora nos propone habitar: hablar de lo que no es fácil de ver es tarea compleja pero Caletrío revela con maestría a través del acto artístico aquello que habitualmente queda entre las sombras y no nos atrevemos a enfrentar.

La autora nos plantea los múltiples caminos que existen para abordar el dolor, para aniquilar tanto los fantasmas propios como los heredados. Nos carga de herramientas para que seamos capaces de plantar cara a un estado que, de transitarse con serenidad, nos devuelve al mundo no como la serpiente que muta la piel y deja atrás un envoltorio quebradizo y frágil, sino con la conciencia contundente de una completa transformación.

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Paula Bonet
Tokio, noviembre de 2024